Ajar y debatir

Tengo el estómago delicado, ella no comprende que la espera me desespera, me revuelve el buche, supongo que me hace esperar deliberadamente. Al fin aparece con su sonrisa de siempre mientras saluda invitando a pasar como cada quince días durante los últimos ocho meses. Sonrío mientras subo, pero esta vez las escaleras parecen más inclinadas, peligrosas, dispuestas a verme caer, los escalones son pequeños, me inquieta la posibilidad de estar soñando, entro al consultorio sentándome lentamente en el sillón, respiro, abro los ojos, siento el aire que entra por la ventana, no estoy dormido.

Mirna me conoce desde hace dos años, me ha analizado más de una vez, me enfrenta directamente con mis contradictorias ideas sin rodeos, la sesión transcurre como siempre, hasta que veo por la ventana una paloma que pasa volando, a pesar de que mi mirada regresa a sus ojos, imagino a dónde va la paloma, cómo envejece, lo qué hace la contaminación a sus pequeños pulmones, tal vez las flores ya no tienen aroma, escucho a lo lejos la idea que Mirna intenta hacerme entender, ante la vida los seres tomamos tres posturas: atacar, huir o quedarnos paralizados. Me precipito hacía lo que dice, recuerdo que solía moverme la pasión, velocidad, velocidad, velocidad, disfrutaba hacer de todo, ahora estoy entumecido, lento, voy a otro ritmo, como si moverme fuera una decision que no me pertenece.

Por las mañanas, me siento cansado, la idea de levantarme temprano a correr es solo una intención, no puedo, aunque duerma temprano, pese a que quiero ver amanecer, la voluntad no tiene la misma fuerza del deseo. Expongo que es una cuestión de edad, argumenta que envejecer nos es equivalente a debilidad y cansancio. La miro fijamente, mi vida ha sido intensa, mi cuerpo siempre ha dado todo, exprimí mi juventud lo más que pude, ahora de vez en cuando duermo, tal vez sea normal trabajar y dormir ocho horas al día, descansar los fines de semana y estar lejos del estrés. Lamento que no lo notará antes pero no soy normal. En vez de eso únicamente menciono algo tangible: el INEGI dice que a los treinta años se acabo la juventud.

Mi cuerpo se ha ajado por la vida, consecuencias inevitables.